Las Raíces del Subdesarrollo Criollo
Latinoamérica es el fruto de una amalgama étnica, espiritual y cultural, el experimento cultural “mestizo” y “sincrético” más grande del mundo, resultando en una población que es literalmente un “pueblo puente”. Comenzamos originalmente como una mezcla de culturas, la española (fuertemente influida por el Islam), la indígena y la africana, combinadas y adaptadas a las circunstancias locales. Lamentablemente, el catolicismo tradicional con su “religiosidad popular” abrazó muchas supersticiones y preferencias locales, añadiéndolas a su bagaje histórico de desviaciones y suposiciones, tales como el semi-pagano culto mariano.
Intelectualmente, nuestra cultura, amamantada por la Escolástica Medieval, y carente de acceso a la Biblia, palabra de Dios, asimiló ávida e indiscriminadamente la Iluminación francesa, el Renacimiento italiano, el Federalismo Norteamericano y el Liberalismo Inglés.
Políticamente, durante el Siglo XX un Marxismo criollo y un Capitalismo democrático igualmente diluido han dominado el discurso, fusionándose en un peculiar Socialismo del Siglo XXI. Nuevas corrientes, tales como el Postmodernismo, la espiritualidad de la Nueva Era y la adicción al consumismo, compiten por los corazones, las mentes y los estómagos de nuestra gente. Hablar de una sola cultura Latinoamericana siempre ha sido a lo sumo una mera aproximación, pero cada día requiere más y más salvedades.
Nuestra historia explica porqué nuestro Catolicismo tradicional ha producido una cosmovisión que ha sido correctamente catalogada como “cristo-pagana.” Es que diluye el poder del Pacto directo entre Dios y el hombre, interponiendo en cambio su estructura eclesial y socaba con su tradición mariana la encarnación del Pacto, que es el matrimonio cristiano. Esa relación que nos coloca a cada cual bajo el gobierno de Dios y que excluye toda arbitrariedad humana, fue el genio de la Reforma Protestante, que se sujetó a la Biblia, anclando a la iglesia y a la sociedad del norte de Europa en sus principios. Sólo en el último medio siglo ha comenzado el Catolicismo a fomentar la lectura y aplicación de la Biblia, lo que ya está produciendo una fe más eficaz entre el pueblo católico.
Primero, hay una ausencia de Pacto, que hace eficaz el gobierno de Dios sobre nuestras vidas. Segundo, se cultiva una adhesión emocional a una falsa “madre” en substitución por una sujeción real y eficaz al Padre Celestial. Como resultado, nuestra gente viven sin la protección del Pacto y desconocen a su padre espiritual: huérfanos espirituales apegados a un autoengaño. Careciendo el poder para obedecer la justicia divina, improvisamos la propia, y el fatalismo nos lleva a aceptar como irremediables toda una serie de errores e injusticias que nos mantienen pobres, infelices e ingobernables, en la frase de Bolívar.
Nuestro carácter personal y cultural dañado por la ignorancia, la desobediencia y el engaño producen consecuentemente nuestro subdesarrollo. Nuestra cultura no nos prepara para ejercer responsabilidad ni nos capacita para gobernar, confiando a la “Santa Madre Iglesia” y al Estado Benefactor un rol tutelar, por el que ellos se hacen cargo tanto de la grey como de la ciudadanía. Esa falta de responsabilidad (y del poder que sólo el Pacto puede darnos) que nuestra cultura propaga es la principal causa de nuestro subdesarrollo y de nuestro atraso, cada día mayor, en comparación a otras naciones del mundo.
Sin embargo, durante el ultimo siglo, las semillas de una nueva fe bíblica han sido sembradas por doquier: comenzaron, es cierto, como un Evangelio de (mera) Salvación, bastante Pietista, pero logró por lo menos difundir ampliamente la Palabra de Dios. Poco a poco, esa nueva semilla ha evolucionado en muchas variedades autóctonas de cristianismo latino, más personal, Bíblico y dinámico que la fe tradicional.
Ya para el último tercio del Siglo XX, inspirados por la Revolución Cubana y facilitados por el “aggiornamento” del Concilio Vaticano II, una teología latina, Católica y Protestante trató de “contextualizar el Evangelio” a las realidades sociales de la región. El pobre conocimiento de las lenguas Bíblicas de la iglesia latina, la ausencia de una Doctrina Social Reformada y la influencia de los teólogos liberales europeos y norteamericanos volvió la Teología de la Liberación en una especie de mezcla, parte Evangelio Social y parte sociología marxista.
Cuando la Revolución Cubana envejeció y desmintió su promesa, y la Unión Soviética que la financiaba colapsó de su propio peso, la Teología de la Liberación, que nunca había cautivado la imaginación de los evangélicos latinoamericanos, languideció, por lo menos temporariamente. En cuanto a teología, estilos ministeriales y musicales, el grueso de la iglesia evangélica latinoamericana se pareció a su literatura devocional: es como una pobre traducción de la experiencia cristiana norteamericana, revestida de en ropaje latino.
El poderío económico, el celo emprendedor y la generosidad de la iglesia norteamericana explican porqué más de 100 años después de sembrar el Evangelio entre nosotros, millones de cristianos latinoamericanos aún están siendo ganados, discipulados, capacitados y cultivados para el liderazgo con ideas, programas e instituciones anglosajonas. Los nuestros, por las razones arriba explicadas, son comparativamente subdesarrollados. Desafortunadamente, las enseñanzas del norte, por sanas y excelentes que sean, ignoran los sórdidos secretos de la familia y las presuposiciones subyacentes en nuestra cosmovisión latina. Ni aún la inmensa inversión de amor y de dólares que hacen cada año tal vez cien mil cristianos norteamericanos que nos visitan, puede sacarnos adelante. Si ni nosotros mismos comprendemos cabalmente las raíces profundas del problema, cuanto más ellos, exportadores de un cristianismo cada vez más débil en su propio hogar.
Por el momento nuestro liderazgo cristiano evangélico no ha logrado llevar adelante nuestras naciones. Víctima de patrones culturales de generaciones, - impresos en nuestra crianza por el contexto de nuestra cultura cristiana nominal, sincrética y aún por reformar. Esos patrones debilitan nuestro pacto matrimonial y distorsionan las relaciones entre los sexos, en la familia y en cuanto a autoridad, causando una sutil inmadurez y un dejo de disfuncionalidad en nuestras relaciones.
Sin embargo, hay un enorme potencial transformacional latente en el cristianismo latino, cuyos efectos, una vez soltados, serán percibidos no solo en Latinoamérica sino también en los Estados Unidos, donde pronto seremos una cuarta parte de la población. Lo mismo ocurrirá en todas las regiones del mundo donde la diáspora latina de emigrantes económicos, muchos de ellos cristianos consagrados (una fuerza misionera natural), ha estado creciendo por décadas. Ya en 1988 se identificaban iglesias organizadas en 50 países; hoy ese número tiene que haberse duplicado.
El mundo aún no conoce el sabor, el ímpetu ni el énfasis que la cultura latina le dará al Evangelio cuando haya sido liberada del peso de sus pecados ancestrales y de sus ataduras culturales. Cuando todo ese “bagaje” haya sido sanado, y las “reglas del juego” hayan sido cambiadas para dar lugar a relaciones de pacto, verdaderamente amorosas, el pueblo hispano será soltado a cumplir la Escritura, “edificando las ruinas antiguas y restaurando los lugares destruidos” (Isaias 61:4), en nuestras propias ciudades, y en las naciones donde el Señor nos ha ido plantando.
Después de trabajar por 30 años con cientos de líderes cristianos rectos, sinceros y prometedores, Semilla está presta para ofrecer, bajo la guía del Espíritu Santo, su comprensión de las raíces toxicas de nuestra cultura latina y de la verdad que liberará el poder de Dios sobre un pueblo creativo, industrioso, solidario y apasionado, comenzando por sus líderes espirituales.
Retamos a aquellos líderes cristianos estratégicos con los que hemos caminado y a otros que desean convertirse en esa clase de líder, a comenzar, necesariamente en su propio hogar, con sus parejas, (nuestros “prójimos” más próximos) el costoso proceso de transformación personal y relacional. Nuestra gente necesita de modelos diferentes a los que la cultura tradicional, y las diferentes permutaciones de la modernidad y la posmodernidad les ofrece.
A manos del Espíritu Santo, nuestra transformación personal y matrimonial revolucionará todas nuestras relaciones, comenzando con nuestros propios hijos y terminando por las relaciones entre líderes. Por ser quienes influenciamos a los demás, nuestra desunión, desconfianza, envidia, egoísmo e inseguridad (el deseo de descollar entre los otros líderes) es el talón de Aquiles de la iglesia, el calcañar del Cuerpo de Cristo fácilmente herido por la serpiente.
Pero, en la medida que el Espíritu Santo santifique nuestros matrimonios y renueve nuestros pactos matrimoniales, Él nos hará verdaderamente sal y luz . Así, gracias a Su poder y la influencia que ejercen por naturaleza los líderes, éstas se multiplicarán por la gracia de Dios trayéndonos transformación, personal, social y cultural. Las vidas, enseñanzas y testimonios transformados retarán y cambiarán las “reglas del juego” de todas las relaciones entre los sexos, generacionales, de clase y de étnias en nuestra América.
En el año 2017 celebraremos el V Centenario de la Reforma (1517). Necesitamos la Reforma que nunca tuvimos, pero hoy en día el Espíritu Santo nos ofrece más: no sólo la Biblia, con el mensaje de la Cruz difundido por múltiples medios masivos y sociales, sino un Padre para nuestra orfandad, y un Espíritu derramado en hijos e hijas, que aprenderemos a amarnos y a a obedecer bajo la protección del Pacto. Más allá de una “Reforma”, el Señor nos ofrece Transformación: íntegra e integral, primero personal y luego social, capaz de “transformar la cultura por la Palabra de Dios.”
Intelectualmente, nuestra cultura, amamantada por la Escolástica Medieval, y carente de acceso a la Biblia, palabra de Dios, asimiló ávida e indiscriminadamente la Iluminación francesa, el Renacimiento italiano, el Federalismo Norteamericano y el Liberalismo Inglés.
Políticamente, durante el Siglo XX un Marxismo criollo y un Capitalismo democrático igualmente diluido han dominado el discurso, fusionándose en un peculiar Socialismo del Siglo XXI. Nuevas corrientes, tales como el Postmodernismo, la espiritualidad de la Nueva Era y la adicción al consumismo, compiten por los corazones, las mentes y los estómagos de nuestra gente. Hablar de una sola cultura Latinoamericana siempre ha sido a lo sumo una mera aproximación, pero cada día requiere más y más salvedades.
Nuestra historia explica porqué nuestro Catolicismo tradicional ha producido una cosmovisión que ha sido correctamente catalogada como “cristo-pagana.” Es que diluye el poder del Pacto directo entre Dios y el hombre, interponiendo en cambio su estructura eclesial y socaba con su tradición mariana la encarnación del Pacto, que es el matrimonio cristiano. Esa relación que nos coloca a cada cual bajo el gobierno de Dios y que excluye toda arbitrariedad humana, fue el genio de la Reforma Protestante, que se sujetó a la Biblia, anclando a la iglesia y a la sociedad del norte de Europa en sus principios. Sólo en el último medio siglo ha comenzado el Catolicismo a fomentar la lectura y aplicación de la Biblia, lo que ya está produciendo una fe más eficaz entre el pueblo católico.
Primero, hay una ausencia de Pacto, que hace eficaz el gobierno de Dios sobre nuestras vidas. Segundo, se cultiva una adhesión emocional a una falsa “madre” en substitución por una sujeción real y eficaz al Padre Celestial. Como resultado, nuestra gente viven sin la protección del Pacto y desconocen a su padre espiritual: huérfanos espirituales apegados a un autoengaño. Careciendo el poder para obedecer la justicia divina, improvisamos la propia, y el fatalismo nos lleva a aceptar como irremediables toda una serie de errores e injusticias que nos mantienen pobres, infelices e ingobernables, en la frase de Bolívar.
Nuestro carácter personal y cultural dañado por la ignorancia, la desobediencia y el engaño producen consecuentemente nuestro subdesarrollo. Nuestra cultura no nos prepara para ejercer responsabilidad ni nos capacita para gobernar, confiando a la “Santa Madre Iglesia” y al Estado Benefactor un rol tutelar, por el que ellos se hacen cargo tanto de la grey como de la ciudadanía. Esa falta de responsabilidad (y del poder que sólo el Pacto puede darnos) que nuestra cultura propaga es la principal causa de nuestro subdesarrollo y de nuestro atraso, cada día mayor, en comparación a otras naciones del mundo.
Sin embargo, durante el ultimo siglo, las semillas de una nueva fe bíblica han sido sembradas por doquier: comenzaron, es cierto, como un Evangelio de (mera) Salvación, bastante Pietista, pero logró por lo menos difundir ampliamente la Palabra de Dios. Poco a poco, esa nueva semilla ha evolucionado en muchas variedades autóctonas de cristianismo latino, más personal, Bíblico y dinámico que la fe tradicional.
Ya para el último tercio del Siglo XX, inspirados por la Revolución Cubana y facilitados por el “aggiornamento” del Concilio Vaticano II, una teología latina, Católica y Protestante trató de “contextualizar el Evangelio” a las realidades sociales de la región. El pobre conocimiento de las lenguas Bíblicas de la iglesia latina, la ausencia de una Doctrina Social Reformada y la influencia de los teólogos liberales europeos y norteamericanos volvió la Teología de la Liberación en una especie de mezcla, parte Evangelio Social y parte sociología marxista.
Cuando la Revolución Cubana envejeció y desmintió su promesa, y la Unión Soviética que la financiaba colapsó de su propio peso, la Teología de la Liberación, que nunca había cautivado la imaginación de los evangélicos latinoamericanos, languideció, por lo menos temporariamente. En cuanto a teología, estilos ministeriales y musicales, el grueso de la iglesia evangélica latinoamericana se pareció a su literatura devocional: es como una pobre traducción de la experiencia cristiana norteamericana, revestida de en ropaje latino.
El poderío económico, el celo emprendedor y la generosidad de la iglesia norteamericana explican porqué más de 100 años después de sembrar el Evangelio entre nosotros, millones de cristianos latinoamericanos aún están siendo ganados, discipulados, capacitados y cultivados para el liderazgo con ideas, programas e instituciones anglosajonas. Los nuestros, por las razones arriba explicadas, son comparativamente subdesarrollados. Desafortunadamente, las enseñanzas del norte, por sanas y excelentes que sean, ignoran los sórdidos secretos de la familia y las presuposiciones subyacentes en nuestra cosmovisión latina. Ni aún la inmensa inversión de amor y de dólares que hacen cada año tal vez cien mil cristianos norteamericanos que nos visitan, puede sacarnos adelante. Si ni nosotros mismos comprendemos cabalmente las raíces profundas del problema, cuanto más ellos, exportadores de un cristianismo cada vez más débil en su propio hogar.
Por el momento nuestro liderazgo cristiano evangélico no ha logrado llevar adelante nuestras naciones. Víctima de patrones culturales de generaciones, - impresos en nuestra crianza por el contexto de nuestra cultura cristiana nominal, sincrética y aún por reformar. Esos patrones debilitan nuestro pacto matrimonial y distorsionan las relaciones entre los sexos, en la familia y en cuanto a autoridad, causando una sutil inmadurez y un dejo de disfuncionalidad en nuestras relaciones.
Sin embargo, hay un enorme potencial transformacional latente en el cristianismo latino, cuyos efectos, una vez soltados, serán percibidos no solo en Latinoamérica sino también en los Estados Unidos, donde pronto seremos una cuarta parte de la población. Lo mismo ocurrirá en todas las regiones del mundo donde la diáspora latina de emigrantes económicos, muchos de ellos cristianos consagrados (una fuerza misionera natural), ha estado creciendo por décadas. Ya en 1988 se identificaban iglesias organizadas en 50 países; hoy ese número tiene que haberse duplicado.
El mundo aún no conoce el sabor, el ímpetu ni el énfasis que la cultura latina le dará al Evangelio cuando haya sido liberada del peso de sus pecados ancestrales y de sus ataduras culturales. Cuando todo ese “bagaje” haya sido sanado, y las “reglas del juego” hayan sido cambiadas para dar lugar a relaciones de pacto, verdaderamente amorosas, el pueblo hispano será soltado a cumplir la Escritura, “edificando las ruinas antiguas y restaurando los lugares destruidos” (Isaias 61:4), en nuestras propias ciudades, y en las naciones donde el Señor nos ha ido plantando.
Después de trabajar por 30 años con cientos de líderes cristianos rectos, sinceros y prometedores, Semilla está presta para ofrecer, bajo la guía del Espíritu Santo, su comprensión de las raíces toxicas de nuestra cultura latina y de la verdad que liberará el poder de Dios sobre un pueblo creativo, industrioso, solidario y apasionado, comenzando por sus líderes espirituales.
Retamos a aquellos líderes cristianos estratégicos con los que hemos caminado y a otros que desean convertirse en esa clase de líder, a comenzar, necesariamente en su propio hogar, con sus parejas, (nuestros “prójimos” más próximos) el costoso proceso de transformación personal y relacional. Nuestra gente necesita de modelos diferentes a los que la cultura tradicional, y las diferentes permutaciones de la modernidad y la posmodernidad les ofrece.
A manos del Espíritu Santo, nuestra transformación personal y matrimonial revolucionará todas nuestras relaciones, comenzando con nuestros propios hijos y terminando por las relaciones entre líderes. Por ser quienes influenciamos a los demás, nuestra desunión, desconfianza, envidia, egoísmo e inseguridad (el deseo de descollar entre los otros líderes) es el talón de Aquiles de la iglesia, el calcañar del Cuerpo de Cristo fácilmente herido por la serpiente.
Pero, en la medida que el Espíritu Santo santifique nuestros matrimonios y renueve nuestros pactos matrimoniales, Él nos hará verdaderamente sal y luz . Así, gracias a Su poder y la influencia que ejercen por naturaleza los líderes, éstas se multiplicarán por la gracia de Dios trayéndonos transformación, personal, social y cultural. Las vidas, enseñanzas y testimonios transformados retarán y cambiarán las “reglas del juego” de todas las relaciones entre los sexos, generacionales, de clase y de étnias en nuestra América.
En el año 2017 celebraremos el V Centenario de la Reforma (1517). Necesitamos la Reforma que nunca tuvimos, pero hoy en día el Espíritu Santo nos ofrece más: no sólo la Biblia, con el mensaje de la Cruz difundido por múltiples medios masivos y sociales, sino un Padre para nuestra orfandad, y un Espíritu derramado en hijos e hijas, que aprenderemos a amarnos y a a obedecer bajo la protección del Pacto. Más allá de una “Reforma”, el Señor nos ofrece Transformación: íntegra e integral, primero personal y luego social, capaz de “transformar la cultura por la Palabra de Dios.”